miércoles, 25 de julio de 2012

Perdón, perdón, perdón…


Salmos 86:5: Porque tú, Señor, eres bueno y perdonador, y grande en misericordia para con todos los que te invocan.

Me sorprende y me es difícil comprender que a muchas personas les cueste perdonar y que guarden rencores en sus corazones no por días, ¡por años! Hay gente que vive llena de amargura, resentimiento y atada al pasado por lo que les hicieron. ¡No las condeno!, simplemente desearía que salieran de esa situación. Sé que es más fácil pedir perdón que perdonar. Aunque a veces, en algunos casos, prevalece el orgullo y las personas ni perdonan in aceptan el perdón.

Mateo 18.21-35 Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? 22. Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete. 23. Por lo cual el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos. 24. Y comenzando a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. 25. A éste, como no pudo pagar, ordenó su señor venderle, y a su mujer e hijos, y todo lo que tenía, para que se le pagase la deuda. 26. Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. 27. El señor de aquel siervo, movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda. 28. Pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes. 29. Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. 30. Mas él no quiso, sino fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda. 31. Viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y fueron y refirieron a su señor todo lo que había pasado. 32. Entonces, llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. 33. ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? 34. Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía. 35. Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas.

Pedro le hizo esta pregunta a Jesucristo, pero acá hay que ver todo el contexto porque en este capítulo, del verso 1 al 20, el Señor se refiere a los niños y nos invita a ser como ellos: sensibles, sin rencores, perdonadores, amorosos, sinceros; hasta cierto grado, inocentes, entregados.
Así son los niños, usted les hace algo y en el momento pueden molestarse y llorar, pero al ratito se les olvidó y por ahí andan de nuevo, jugando, como si nada ha pasado. Los podemos ofender, pero rápidamente se les pasa. Los castigamos duramente con palabras fuertes y luego los escuchamos decir “te amo mami”, te quiero mucho papito”. Precisamente, así como son los niños para perdonar y para creer, Jesucristo les explica a sus discípulos que deben comportarse en el reino de los cielos.
Entonces Pedro, quizá con una pregunta demasiado infantil para nosotros en este tiempo, pero con la misma actitud de un niño inocente le pregunta al Maestro: ¿Cuántas veces debemos perdonar? ¿Siete veces? Jesucristo le responde con amor: …hasta setenta veces siete.
Pues bien, muchas personas hacen lo siguiente: multiplican 70x7 = 490. Cuatrocientas noventa veces según algunas interpretaciones. Pero entre tanto ser humano y tanto daño, ofensas y heridas que podemos recibir o provocar, ¿no les parece una cifra demasiado raquítica y pobre? Si se tratase de la misma persona o de 490 seres humanos, sigue siendo una cifra irrisoria.
Otras personas lo que hacen es multiplicar 70x7x7x7x7x7x7x7 que aunque da un resultado de 57 millones 648 mil veces, no me parece tan convincente para la respuesta tan profunda que Jesucristo estaba exponiendo.
No obstante, y aquí los matemáticos sabrán mejor descifrar o explicar, es que se trata de 70 veces siete. No dice 70 por 7.
Esta es una ecuación exponencial. El número 70 elevado a la séptima potencia. O sea, algo así: 2 a la 2 = 2x2 = 4; 14 a la 3 = 14x14x14 y así sucesivamente.

Entonces vemos que 70 a la 7 es 70(7) = 70x70x70x70x70x70x70. Setenta multiplicado siete veces, eso es lo que Jesucristo le dio a entender a Pedro, y se lo ilustro con una deuda grande que un simple decir perdón no podía cancelar o saldar. Es más que eso, es más profundo, es aplicar también la misericordia y la piedad.

Una calculadora convencional no puede ofrecer el resultado porque no tiene demasiados números y la calculadora marca error. Pero con el siguiente ensayo y con la calculadora de una computadora estos son los resultados:
1.    70 x 70 = 4,900 (perdonar 4 mil 900 veces)
2.    4,900 x 70 = 343,000 (perdonar 343 mil veces)
3.    343,000 x 70 = 24,010,000 (perdonar más de 24 millones de veces)
4.    24,010,000 x 70 = 1,680,700,000 (perdonar más de un billón, 680 millones de veces)
5.    1,680,700,000 x 70 =  117,649,000,000 (117 billones, 649 millones de veces)
6.    117,649,000,000 x 70 = 823,543,000,000,000 (esta cifra ya sobrepasa mis conocimientos humanos)
7.    823,543,000,000,000 x 70 = 576,480,100,000,000 (y esta otra cifra me indica que no me queda de otra que reconocer que Dios me ha perdonado para siempre, se ha olvidado de mi maldad, y que sus misericordias son nuevas cada mañana, sus misericordias; por lo tanto, yo debo perdonar, hacer justicia y amar misericordia)

Actualmente somos 7 mil millones de habitantes en el mundo, aún así, si hiciéramos el ejercicio de perdonar a cada una persona de entre esos siete millones que habitamos el planeta 70 veces, todavía nos sobraría perdón.

El perdón de Dios es eterno, es para siempre, cuántas veces le hemos fallado y nos ha perdonado.

Salmos 86:5: Porque tú, Señor, eres bueno y perdonador, y grande en misericordia para con todos los que te invocan.

Si Dios me perdona, quién soy yo para no ofrecer perdón y ser misericordioso con los demás. Seamos como niños, así que fuera rencores y resentimientos… bienvenida la alegría, la paz y el amor… perdonemos como lo hacen los niños… ¡Dios les ama y yo también!

viernes, 29 de julio de 2011